De resolver problemas a plantear retos: un pequeño detalle puede hacer toda la diferencia.
En 1979, un avión de pasajeros que transportaba a 257 personas salió de Nueva Zelanda para un vuelo turístico a la Antártida y de regreso. Sin embargo, sin que los pilotos lo supieran, hubo un error menor de 2 grados en las coordenadas de vuelo. Esto colocó a la aeronave a 28 millas al este de donde los pilotos pensaban que estaban.
A medida que se acercaban a la Antártida, los pilotos descendieron a una altitud más baja para que los pasajeros pudieran ver mejor el paisaje. Aunque ambos eran pilotos experimentados, ninguno había realizado antes este vuelo en particular. No tenían forma de saber que las coordenadas incorrectas los habían colocado directamente en el camino del Monte Erebus, un volcán activo que se eleva desde el paisaje helado a una altura de más de 3,700 m.
Lamentablemente, el avión se estrelló contra el costado del volcán, matando a todos a bordo. Fue una tragedia provocada por un error menor, una cuestión de solo unos pocos grados.
Los expertos en navegación aérea tienen una regla empírica conocida como la regla de 1 en 60. Establece que por cada 1 grado que un avión se desvía de su curso, pierde su destino objetivo por 1 milla por cada 60 millas que vuela. Esto significa que cuanto más viaje, más lejos estará de su destino.
Como líderes que buscamos generar innovación en nuestros equipos y organizaciones tal vez nos hemos encontrado en situaciones en donde apegandonos a alguna metodologia de innovación, tomamos un problema.
Se corre todo el proceso: investigamos a nuestros usuarios, generamos insights poderosos, lluvia de ideas, prototipamos, probamos e iteramos muchas veces. Llegamos a una solución aceptable sin embargo, nos quedamos con una sensación que la solución no fue suficiente. Casi pudiéramos decir que quedamos muy lejos de nuestro destino.
La gravedad de no llegar a una buena solución en parte no es por el proceso de innovación per se, sino por el arranque o inicio.
Hubo un mal planteamiento del problema, lo cual nos llevo probablemente a una sola respuesta correcta. Todo lo anterior radica no en la capacidad de resolver problemas, que digamos que todos somos particularmente buenos, sino en la capacidad de plantear retos.
Nos enseñaron a resolver PROBLEMAS, pero no a plantear RETOS. Hemos sido entrenados desde pequeños a resolver problemas. Así nos configuraron, pero no nos dieron las suficientes herramientas para plantear el RETO.
Hace más de 40 años, en un estudio realizado por Mihaly Ciskszentmihaly, indagaron en proyectos de diversas áreas (negocios, artes, tecnología, etc.) sobre que es lo que habían hecho diferente las personas y equipos que habían tenido éxito de las que no. Los que no tuvieron éxito hacían lo que muchos de nosotros hacemos: nos arrancamos a resolver el problema que nos presentan. Los que tenían éxito hacían algo diferente: se preguntaban ¿realmente este es el problema? Y una segunda pregunta: ¿existirá una manera diferente de ver el problema?
Lo anterior es la diferencia entre comenzar a “volar” en la dirección correcta o “volar más rápido” en la dirección incorrecta. En Design Thinking parte importante del proceso es la identificación y encuadre del “problema” como algo medular y central.
En este taller te compartiremos un framework para ayudarte a plantear y encuadrar mejor tus problemas y retos desde el inicio. Con la esperanza de que “vueles” a una mejor solución y mejor destino.
Catalizador de innovación, coach de equipos de alto desempeño y facilitador de aprendizaje.
Es Ingeniero Industrial por el Tec de Monterrey, y cuenta con certificaciones cómo Team Coach, Scrum Coach y Design Thinking. Su trayectoria laboral ha sido en diversas áreas, destacando en el sector privado (las relacionadas a ventas), exportaciones, administración, logística y operaciones, así como en el ámbito académico. Es consultor en procesos organizacionales, de trabajo en equipo, liderazgo y comunicación efectiva, así como de negocio.